Es mi interés en este seminario poder compartir con ustedes la posibilidad de hablar o indagar un tema tan vasto como lo creador, lo creador para el ser humano, lo creador para el psiquismo, lo creador en nuestros pacientes o en nosotros como terapeutas o pacientes.
Para H. Fiorini no es un tema para que alguien lo encare solo, ya que requiere de muchos aportes, de muchas sensibilidades y de muchas intuiciones, además de un abordaje de interdisciplina: artistas, poetas, filósofos, etc.
Encontramos muchísimas definiciones acerca de la creatividad, pero más que enunciarlas quisiera que pudiéramos abocarnos a dilucidar acerca de los alcances que tiene la presencia de lo creador en lo humano.
Los seres humanos nacemos rodeados de objetos materiales que se van haciendo mentales y que conforman para nuestro aparato perceptivo, en el comienzo de nuestra vida, una situación caótica y traumática (apunto aquí al sentido traumático universal del psiquismo), que nos vemos obligados a organizar en un cierto cosmos. Esta organización de un mundo, a partir de un caos, es función de creatividad (Merea)
Entendemos así a la creatividad como un impulso creador que está en los orígenes de la especie humana, y como un atributo de cada persona.
Quisiera detenerme en esta idea de caos inicial, basándome en las conceptualizaciones que hicieran tanto Ilya Prigogine sobre estructuras disipativas, irreversibilidad del tiempo y creatividad, como así también las de Cornelius Castoriadis sobre caos e imaginación radical, que es como él nombra a la creatividad.
Se nos hace difícil pensar en términos de caos y desorden, porque estamos formados para pensar sobre la base de un orden predictible, constituyendo un modelo ordenable del fenómeno a estudiar.
Pero es evidente y un dato empírico claro que todo el saber que hemos acumulado sobre el psiquismo y la conducta humana, están bastante apartados de lo predictivo, salvo estructuras absolutamente rígidas, como ciertas caracteropatías, y esto dicho con reservas.
Creo que la dificultad para predecir tiene que ver con el hecho de que no manejamos sistemas cerrados, sino sistemas abiertos que van a introducir cierto margen de variación en las condiciones iniciales del mismo.
Operamos así con sistemas cuyas condiciones de funcionamiento no son todas abarcables y predictibles, dado que incorporan intercambios con el exterior, y además de intercambiar con su entorno, pasan a constituir ecosistemas. En dichos intercambios no interviene sólo un orden causal, previsible, sino entrecruzamientos especiales de orden, desorden y azar.
Lo que las ciencias actuales y las epistemiologías plantean nos invita a pensar en los aspectos creadores del psiquismo, en la medida que permiten superar el determinismo clásico, donde el pasado tiene potencia de destino, diciéndonos por lo contrario que la realidad es imprevisible y que el psiquismo puede estar en un estado de constitución permanente.
Al caer esta visión determinista, vamos a tener que explorar un psiquismo que tiene que ver con estos sistemas inestables, donde por momentos se afirma un saber, para luego arribar en un no saber.
¿Pero como se pone en marcha el proceso creador?. La mayoría de los autores que han abordado el tema coinciden en pensar que algo de lo que estaba establecido en el psiquismo empieza a conmocionarse, Bateson lo llama “puesta en dispersión”. Es un movimiento muy fuerte, de mucho impacto, porque es un movimiento desorganizador. Héctor Fiorini describe este movimiento como el pasaje de un mundo ordenado, a un mundo que está en apertura. En el caos se mueven aspectos vinculados al ideal, pero también a lo siniestro, a la muerte, al sufrimiento psíquico. Quisiera destacar que el pensamiento creador es un pensamiento contradictorio y paradojal.
En la clínica muchas veces asistimos a estos movimientos, pero no son de fácil visualización si no tenemos una teoría que nos permita entenderlos.
Pero si estos movimientos pueden sostenerse, alguna forma nueva se esbozará y en otro momento de este proceso varias formas posibles, nuevas y diferentes lo seguirán haciendo.
El tema del movimiento es esencial en todo pensamiento sobre lo creador, ya que alude a que algo podría quedar detenido o inerte.
La creatividad se ha pensado así como la emergencia de lo posible: transformar lo posible en actual, hacerlo nacer.
Lo posible emerge primero como esbozo, como un mundo todavía no fraguado, sino eventualmente fraguable (Fiorini), teniendo todavía por delante un trabajo de selección.
Bateson decía que primero es la dispersión y luego la selección. Selección entre varias opciones posibles, para quedarse finalmente con la forma de algo que sería la aparición de lo creado, de un objeto de la creación.
El proceso creador necesitará desplegarse, en espera de que desde ese caos emerja un sentido personal que cree nuevas significaciones.
Pero esta movilidad puede tener, si se la coarta, se la apresura, o se le da falsas salidas, una resolución patológica.
Me interesa destacar que estos procesos están enmarcados en una temporalidad, parten de algún presente, que porta la marca del pasado, pero van a la búsqueda de algo que va a aparecer en un futuro.
En el trabajo creador quedan totalmente interrelacionados el pasado, el presente y el futuro de un sujeto.
Castoriadis se pregunta: ¿para qué volver al pasado, para qué volver a un momento de la historia, para qué transformarnos en historiadores de nosotros mismos?
El tiene una visión coincidente con la de P. Aulagnier al pensar que el sujeto es las interpretaciones que el sujeto ha hecho de lo que vivió. Castoriadis dice que el sujeto es siempre autocreación, aún en la enfermedad se están creando perspectivas, panoramas, visiones de lo que ocurre.
Considera que “La eficacia de la cura no deriva del hecho de que se encuentre el pasado en el presente, sino de que se pueda ver el presente desde el punto de vista del pasado, en un momento en que ese presente, todavía por venir estaba abierto a lo que se hiciera con él”.
Castoriadis intenta encontrar la posibilidad de diluir el pasado, ponerlo en presente y asignarle nuevos sentidos.
Considero que lo que hemos puesto en cuestión no es la resignificación del pasado sino la compulsión a repetir, dado que la creatividad en tanto estado no saturado, que implica pasajes de orden – desorden y viceversa, va ofreciendo aperturas a la repetición, al mismo tiempo que accediendo a alternativas nuevas y creativas.
La construcción de historia por parte del paciente depende de una recuperación de la temporalidad, más que de la interrupción de la estructura de repetición dependiente de la pulsión.
El paciente puede así recuperar áreas capturadas hasta ese momento por la formación sintomática.
El síntoma será así atravesado en su actualidad y en su historia, en todas las direcciones y presentaciones que ha adquirido en el registro clínico del proceso terapéutico.
De esta manera tenemos la posibilidad de tramitar conflictos que hubieran conducido a un emprobrecimiento libidinal y del narcisismo trófico, produciendo una historia no estática sino en movimiento, transformando labilidades en potencialidades y repeticiones en creaciones.
El chiste, el jugar, el humor, los vínculos actuales son simbolizaciones abiertas que al conjugar pasado, presente y futuro articulan la repetición con la diferencia posibilitando el surgimiento de lo nuevo (Hornstein).
La actividad de creatividad puede cambiar, y de hecho cambia en nuestro ciclo vital, o sea, el diferente tipo de organización del mundo de nuestros objetos que hacemos en cada momento de nuestra vida.
Pero para que ésto pueda realizarse existe una precondición necesaria, importante, como es la posibilidad del desapego de nuestros objetos originales, para poder tener actividades creativas.
El desapego de aquellos objetos que nos han constituido es necesario para poder pasar de una psicología de la masa, de una cierta hipnosis y alienación con los sujetos que nos constituyeron, a desarrollar una psicología del individuo, propia y personal de cada uno en el mundo.
Esta será nuestra creatividad en el área que la establezcamos.