Por Florencia O’Keeffe
Helios Sanz es médico psiquiatra, director de la Red Psicoterapéutica, habla sobre la ansiedad, la soledad y el miedo en tiempos de coronavirus. El posible comienzo de una etapa de fortalecimiento personal y social.
Y un día el mundo se detuvo. Dejó de ser como lo conocíamos. Aún cuando sabemos que esta situación no se prolongará para siempre, la ansiedad, el miedo y la incertidumbre pueden apoderarse de nosotros, durante hora o incluso días, y hacernos sentir que todo, pero todo, está mal. ¿Qué podemos rescatar de este aislamiento obligatorio? ¿Cómo lidiar con los pensamientos negativos? ¿Qué recursos tenemos a mano para que el enojo y la angustia no nos tomen por completo? El psiquiatra Helios Sanz, director de la Red Psicoterapéutica de Rosario, ofrece algunas pautas para sobrellevar esta crisis de una manera más amable.
El profesional menciona que este proceso de incertidumbre puede enfrentarnos a emociones que no son fáciles de manejar pero también advierte que, si estamos atentos y somos cuidadosos, con nosotros y con los otros, este momento puede alumbrar un período de fortalecimiento social y una mayor capacidad de amar.
¿Qué situaciones emocionales más frecuentes se ven por estos días en los pacientes que atienden psicólogos, psiquiatras y otros profesionales de la salud mental?
Creo que todos estamos inmersos en una situación de incertidumbre que afecta nuestra vida cotidiana. Y como todo proceso de incertidumbre genera angustia, miedo, y por momentos, una profunda sensación de desasosiego. Aquellas personas que se encuentran atravesadas por una situación de sufrimiento psíquico pueden agravar su sensación de vulnerabilidad frente a esta realidad que estamos atravesando, y en consecuencia exacerbar la sintomatología preexistente. Pero por otro lado, son muchas las veces en la que nos sorprende la capacidad de afrontamiento de algunas personas con problemáticas severas en circunstancias como la de esta pandemia.
¿Es natural sentirse amenazado o muy desprotegido en este contexto?
Por supuesto. Muchos de nosotros, cuando recibimos la noticia de que había surgido un nuevo virus en China, asociamos esto con la experiencia de la gripe A en el 2009. En ese primer momento la preocupación fue lejana, como ajena, posicionándonos en el lugar de testigos de una situación atravesada por otro. Este alejamiento, como respuesta inicial, viene de la necesidad de evitar lo “no deseado” y desencadena un proceso de negación que bloquea nuestra conciencia. Nos aleja de pensar, por ejemplo, que la plaza López está solo a 24 horas de avión de la Muralla China y que los virus no diferencian entre diferentes culturas. Esa “realidad” resulta ansiolítica, nos tranquiliza, pero si esa “defensa” persiste, entorpece la aparición de los recursos de afrontamiento necesarios, potenciando una sensación de desprotección que nos sumerge en la angustia. Cuando llegamos a identificar que existe una situación que puede afectarnos, es frecuente que desarrollemos enojo frente a las autoridades y que cuestionemos el desempeño de todo aquel que no cuente con una “respuesta mágica” que nos permita sentirnos protegidos.
¿Se pueden despertar o disparar situaciones psíquicas particulares en personas más vulnerables desde lo anímico e incluso en aquellas que quizá nunca manifestaron, por ejemplo, una crisis de ansiedad o pánico?
Me parece importante dejar en claro que la preocupación generada por la pandemia del Covid-19 no se puede diagnosticar como un “trastorno por ansiedad por enfermedad” (hipocondría), ya que este cuadro se caracteriza por una ansiedad generalizada ante todas las enfermedades y síntomas, y no, por una enfermedad en particular. Y respecto a la aparición de cuadros severos de ansiedad asociados a este momento, yo hablaría más de “sintomatología” que de “trastornos”. Es completamente racional estar preocupados por nuestro futuro inmediato y por las consecuencias a mediano plazo que esta pandemia puede tener para cada uno de nosotros. Son muchas las áreas que se ven amenazadas: nuestra supervivencia y la de nuestros seres queridos, nuestro bienestar económico, la situación social de la que somos partícipes, y fundamentalmente la incertidumbre agravada por el hecho de no poder determinar aún los plazos de resolución de este proceso. Pero icluso así podemos establecer algunos criterios para determinar que una expresión emocional se está convirtiendo en sintomática: persistencia e intensidad excesivas de los temores , afectación significativa del funcionamiento cotidiano como insomnio pertinaz o pérdida del apetito , por ejemplo.
Hoy muchas personas que se sienten solas, por estar aisladas de hecho, pero también emocionalmente aunque estén acompañadas ¿Qué les diría?
Les diría que como seres sociales necesitamos de ese contacto con el otro, que nos brinda seguridad, sentido, bienestar y en definitiva, nos constituyen como personas. La soledad es un estado emocional que produce tristeza, falta de confianza en uno mismo, sentimientos de desamparo y de incomprensión, constituyéndose en un ataque a nuestra autoestima. Una medida de aislamiento social obligatorio no determina la pérdida de contacto con otros. Tenemos que utilizar los medios virtuales con los que contamos para mantenernos vinculados con nuestros afectos. Por otro lado, es interesante poder modificar la significación que se le da a la soledad. Este momento también puede convertirse en un momento de reconexión con nosotros mismos que nos permita replantearnos objetivos de vida, cuestionarnos funcionamientos habituales, establecer un nuevo orden de prioridades e identificar vínculos y relaciones a “profundizar”.
En cuanto a las terapias psicológicas o psiquiátricas que ya llevan adelante muchas personas ¿cómo se continúa con los tratamientos en esta crisis pandémica? ¿Se están repensando estrategias?
En nuestra institución venimos implementando desde hace un tiempo un dispositivo de atención online que está siendo utilizado durante este período. Por otra parte, en caso de ser indispensable, y fundamentalmente en el abordaje de problemáticas severas, se sostendrá la modalidad presencial, por supuesto utilizando los métodos preventivos establecidos por el ministerio, para aquellos que lo requieran.
¿Alguna recomendación para vivir este momento sin tanta angustia?
Desde que vamos desplazándonos desde ese estado de negación inicial del que hablé, hacia la toma de conciencia de la situación que estamos atravesando, el miedo ocupa un lugar central en nuestra emocionalidad. Debemos intentar implementar estrategias de afrontamiento dirigidas tanto a protegernos del riesgo, como a reducir el malestar situacional. Para esto recomiendo, siguiendo las recomendaciones de la APA (Asociación Americana de Psicología), lo siguiente:
• Limitar el consumo de noticias: es elemental mantenernos informados pero es indispensable tener en cuenta desde donde lo hacemos y con qué intensidad. Duele, y por momentos enoja, ver como algunos medios manejan esta situación, la falta de conciencia y compromiso social con la que se expresan. Es importante obtener información proveniente de la salud pública, pero una exposición excesiva a la cobertura mediática acerca del virus y todo lo que conlleva puede conducir a una mayor sensación de miedo y ansiedad. Es interesante establecer un determinado horario en el cual informarse, una o dos veces al día, para evitar saturarnos.
• Diseñar y seguir una rutina diaria: incluir actividades regulares en cada jornada, como trabajo, ejercicio o aprendizaje que pueden ayudar a adultos y niños a preservar un sentido de orden y propósito en sus vidas a pesar de la falta de familiaridad del aislamiento. Regular el uso de las programaciones televisivas, para que no se establezcan como único recurso de entretenimiento. Volver una cotidianeidad más compartida, hablar, jugar y reír con el otro.
• Tener contacto virtual: usar llamadas telefónicas, mensajes de texto, video chat y redes sociales para acceder a las redes de apoyo social.
• Mantener un estilo de vida saludable: dormir y comer bien, así como hacer ejercicio en casa es de suma importancia. Evitar el consumo de alcohol o drogas, también.
• Utilizar estrategias de meditación o relajación, que es una buena forma de afrontar la situación.
¿Puede todo esto dejarnos alguna enseñanza; es posible pensar en rescatar algo bueno en lo que parecen ser sólo malas noticias?
Me gustaría citar en este momento a mi maestro y amigo, Ernesto Rathge (psiquiatra, fallecido este año). En una entrevista que le hicieron el relacionó el sentido de la vida con la posibilidad de alcanzar un estado de “eudaimonía”, a través del cual, nosotros y/o los otros, deberíamos estar inmersos en la construcción de una cotidianidad más “amable”, no relacionada a un estado de festividad sino a un estado de serenidad que nos permita encontrarnos con la sabiduría, y así poder enfrentar las dificultades que la vida nos plantea y alcanzar un estado ético, que nos permita tener un registro respetuoso del otro. Aunque resulte trillado, toda crisis representa una nueva posibilidad de cambio. Por ahí este aislamiento nos permite realizar un proceso de introspección que nos reconecte con los otros y con nosotros mismos. Este momento de vulnerabilidad determina un escenario, si se quiere, más regresivo, desde donde repensarnos. Los aplausos de las 21 dirigidos al personal de la salud (cuando los escucho y observo en los distintos edificios de mi barrio) me hicieron sentir un profundo sentimiento de pertenencia, sentí y me permití soñar, que este podía constituirse en un período de fortalecimiento social. Maturana nos dice que “amar” es “aceptar y respetar al otro como un legítimo otro”, desde esta concepción espero que logremos profundizar nuestra capacidad de “amar”. El “otro” se ha constituido en un “otro necesitante” y es importante que podamos encontrarnos reflejados en ese otro, más allá de nuestras diferencias.
Fuente: https://www.lacapital.com.ar/pandemia/la-cuarentena-puede-servir-replantear-prioridades-y-vinculos-n2574115.html?fbclid=IwAR0OS6OOpK6xRdzqyuBO6empSn_1ZJ4Z1ocl2InJVQNLXofx_HfM2i7IVJ4?fbclid=IwAR0OS6OOpK6xRdzqyuBO6empSn_1ZJ4Z1ocl2InJVQNLXofx_HfM2i7IVJ4