Eduardo Pavlovsky llamó a este texto Fin de análisis pero recorriéndolo me quedé con la expresión “Bello encuentro” como un modo de describir las cosas que nos pasan con otros.
Eduardo Pavlovsky
En el año 1948 –a los 14 años de edad- Celita mi novia de 13 años (que luego seria mi mujer y madre de tres hijos) me abandonó. Yo sufrí un ataque de angustia terrible y mi madre recordó que Arnaldo Rascovsky –pediatra que me había curado del asma–ejercía psicoanálisis y me llevó a la consulta.
Hace diez días me llamó por teléfono – me dijo que estaba impactada porque había visto por cable Potestad y que le había conmocionado la obra y mi actuación. Me preguntó quién era la mujer que trabajaba conmigo.
Le conté que era mi mujer Susy Evans con quien llevaba 20 años casado. Agregué –fue un error involuntario– “viste Matilde – que bien me sigue Susy” contestó: “no te sigue Tato tiene su propio ritmo en la obra – no seas machista”. Me impactó – 52 años después tuve la sensación de estar en sesión otra vez. Me dijo: sabés que la cara de desesperación del personaje era la cara que reconocía de desesperación cuando me viniste a ver – doble impacto. Y después agregó: qué te parece si nos tomamos un cafecito.
Yo me sentí emocionado y el lunes fui a verla – llevaba el comentario de una revista donde la nombraba a ella. Pero ella tenía la revista conversamos una hora y media. Fue magnífico. Ella habló de cosas de su vida que por supuesto yo ignoraba. Me dijo “ahora podemos hablar de igual a igual”. Yo le conté cosas de mi vida que ella ignoraba, pero según ella tenían relación con el material que yo le llevaba a mis 14 años!
Recordaba trozos de comentarios míos de 1948. De mi padre de mi madre. Cincuenta y dos años después. ¡Increíble!
La conversación fue puro devenir. Todo se desplegaba espontáneamente – le pregunté en algún momento por su edad pero inteligentemente no respondió. Me asombró su lucidez. Cuando nos despedimos pensé: esta sesión fue la última.
Fin de análisis. Tal vez los dos necesitábamos ese bello encuentro. Pensé que los análisis debieran terminar con una sesión donde analista y analizado pudieran realizar un encuentro así: como esta última sesión con Matilde.
Como este fin de análisis 52 después – lamentablemente con Mimi nunca pude hablar de igual a igual. Mimi me debe la última sesión. Dos mujeres importantes en mi vida. Gracias a las dos. Imborrables.
Fuente: Revista Campo Grupal Año 3 • No 20 • Diciembre 2000 • [ consultada abril 2015 ]