Ps Analía Vergara
Algunas personas sienten que no pueden cumplir con los objetivos que se proponen, con proyectos soñados; y muchas veces, al desconocer las causas de tales situaciones, se fastidian y los abandonan. Sería importante reflexionar sobre estas realidades, buscar las posibles causas y considerar si es factible el revertirlas.
Según el filósofo Baruch Spinoza (XVII), “cuando el alma se considera a sí misma y considera su potencia de obrar, se alegra”. Esto podría explicarse como la enorme satisfacción que el ser humano siente al comprobar su propia habilidad; el sentirse competente, con eficacia para desarrollar acciones o conductas, con lograr fijarse metas y alcanzarlas. El hombre quiere sentirse dueño de sus actos, y ese deseo de autonomía se satisface en la medida que la inteligencia se dirija hacia el mejor control del propio comportamiento. Es decir, actuar libremente es conducirse de manera que la inteligencia dirija el comportamiento.
El filósofo español contemporáneo Antonio Marina, en su libro “El Bucle Prodigioso”, realiza un interesante planteo sobre la capacidad de la inteligencia humana de crearse a sí misma: de plasmar invenciones que cambian y potencian a la propia inteligencia mejorando sus posibilidades; eso es lo que él denomina “el bucle prodigioso”. Para este autor, la función de la inteligencia es dirigir adecuadamente el comportamiento, aprovechando la información de la mejor manera posible, gestionando las emociones y ejecutando las decisiones. De esta manera se aproxima a planteos actuales que definen a la inteligencia como la capacidad de resolver situaciones problemáticas de manera exitosa o adaptativa, dejando atrás el viejo concepto de inteligencia vinculado al coeficiente intelectual, y acercándose a los novedosos conceptos de las Funciones Ejecutivas.
En este sentido, Marina efectúa una atinada interrelación con las Neurociencias: señala que las Funciones Ejecutivas del cerebro son el órgano de la voluntad y del autocontrol de las personas. Si esto se considera desde el punto de vista neuroanatómico, se han descrito diferentes circuitos funcionales dentro del córtex prefrontal. Siguiendo esta lógica, plantea que la voluntad es la inteligencia ejecutiva; es decir es la capacidad de la misma inteligencia de dirigir la propia conducta, que se va conformando por un conjunto de hábitos aprendidos desde niños, considera que el vicio más grande es la pereza. Señala que la libertad es una posibilidad del ser humano que puede o no desarrollar, y que consiste en un proyecto de liberación mediante el cual la persona toma el control de la propia conducta. Refiere además que las operaciones ejecutivas son aquellas que permiten elegir objetivos, elaborar proyectos y organizar acciones para realizarlos.
Según las Neurociencias, hay un modelo de inteligencia humana estructurado en dos niveles: un nivel generador de ideas, sentimientos, deseos; y un nivel ejecutivo que intenta controlar, dirigir, corregir todas esas operaciones mentales. Habitualmente, exceptuando patologías específicas que ameritan otros análisis, los problemas en las Funciones Ejecutivas se deben a que la persona no puede tomar decisiones, no puede iniciar la acción, no puede mantener las metas, no puede inhibir la respuesta. En este sentido, se han investigado y especificado algunas de estas Funciones:
– Planificación y organización de las metas.
– Focalización de la atención: concentrarse en una tarea, dirigirla hacia un objeto.
– Inicio y mantenimiento de la acción. Hay personas que son muy lentas en comenzar una tarea o que no son capaces de mantenerla.
– Administración de la memoria de trabajo; aprovechamiento de los conocimientos que se disponen.
– Manejo de la impulsividad: inhibición de la respuesta automática.
– Control emocional: aptitud para resistir los movimientos emocionales que perturban la acción.
– Flexibilidad: capacidad de cambiar de estrategia y de asimilar cosas nuevas o aprender de los errores.
– Utilización de la metacognición: reflexionar sobre el modo de pensar o actuar, con el fin de mejorarlo.
Puede resultar muy productivo detenerse a analizar en cuáles de estas funciones la persona reconoce tener dificultades, plantear la necesidad de cambios y posteriormente intentar la superación de las mismas. La intervención sobre las Funciones Ejecutivas implica una mejora de la capacidad para programar la conducta y orientarla hacia la consecución de los objetivos pretendidos, entendiendo que, cambiando hábitos que tal vez han sido asimilados en la infancia, se pueden lograr modificaciones significativas en las formas de proceder. Es importante remarcar que la incorporación de nuevos hábitos permite automatizar los procedimientos e incorporarlos a la inteligencia. De este modo, trasladando estos conceptos a la cotidianeidad de las personas y, habiendo reflexionado cada cual sobre las propias dificultades, es esperable que puedan cumplimentarse las expectativas diseñadas en el proyecto vital de cada uno.