En la pareja, en la familia o con amigos la conversación atenta y amable es una condición para el crecimiento de la relación
Lamentablemente hoy esta capacidad está ausente en muchos vínculos. Es común observar a dos personas que hablan al mismo tiempo, lo cual tendría que ver con la presencia de niveles importantes de ansiedad que limita la espera a que el otro termine su relato.También es común la expresión “yo también” o “a mí me ocurre lo mismo” o “y yo… no tenés idea”. Hasta se podría pensar que en algunos casos se establece una especie de competencia en cuanto a quién tiene más dificultades o cuál de las dos personas tiene el problema más grave. Aquí es importante hacer una distinción entre colocarnos en el lugar del otro y la utilización de los supuestos, tendencia muy común en la interacción humana. Muchas veces escuchamos la expresión: “yo sé lo que estás pensando” o “lo que pasa es que vos creés o vos sentís”, lo cual suele generar confusión y perturbaciones en la relación.
Nadie sa
be lo que siente o piensa otra persona, hasta suele ocurrirnos que a veces nos cuesta clarificar nuestros propios y enmarañados pensamientos, más difícil o imposible será entonces “saber” lo que sienten o piensan los demás. Por suerte contamos con la valiosa herramienta de la palabra que nos permite preguntar acerca del estado anímico del otro sin enredarnos en los laberintos del complejo suponer, arriesgándonos a lesionar los pilares de la relación.
Para colocarnos en el lugar del otro será saludable tener en cuenta que es necesario no quedarnos “pegados” al problema ajeno, que no quede dentro nuestro generando el consecuente malestar. Discriminarnos unos de otros cada uno con sus experiencias es la base de la salud mental, lo que a su vez permite asistirnos mutuamente cuando lo necesitamos.
Al ser conscientes de nosotros, los vínculos se tornan más saludables y para ello será necesario mirarnos, escucharnos, observar cómo es nuestra interacción
y responsabilizarnos de las palabras. Responsabilidad significa “capacidad de respuesta”. Fritz Perls (creador de la terapia gestáltica) dividía esta palabra en dos partes: “response”, que significa respuesta y “abilitiy”: habilidad.
Tener en cuenta además que en cada acto de comunicación verbal es tan importante el contenido como la forma de lo que decimos y si ambos aspectos no son concordantes genera confusión (si mis palabras dicen una cosa y mi rostro otra). Es importante desarrollar una capacidad de escucha empática y ejercitarla en los diálogos de manera atenta, amable y serena, para hacer del encuentro o de la convivencia espacios placenteros. Que el diálogo sea un recreo, aun aquel donde haya diferencias, un espacio de contención mutua donde los seres humanos nos reconstruimos constantemente.
Humberto Maturana, biólogo y epistemólogo chileno hace referencia al “lenguajear” y asocia el “conversar” con el “bailar”, con el “dar vueltas juntos”. Entonces, que el diálogo sea una danza y nuestras palabras que tengan la musicalidad de una agradable melodía.