Ternura y Vínculo Social
Lo que nos caracteriza y diferencia como humanos es la capacidad de emocionarnos y reconstruir el mundo y el conocimiento a partir de los lazos afectivos que nos constituyen.
Ese componente afectivo, presente en todas las manifestaciones de la convivencia humana, distingue a nuestra cognición y no puede ser suplantado por ninguna maquina “smart”, léase inteligencia artificial. La subjetividad y el aprendizaje se producen en “cuerpos emocionados”.
Sin embargo sabemos mas de sumar, multiplicar y dividir que de nuestra vida afectiva. Ese analfabetismo afectivo se expresa en torpeza en las relaciones con los otros, nos dificulta comprender las raíces de nuestro sufrimiento y por tanto mejorar nuestra vida cotidiana.
Aceptando como valida la siguiente afirmación “Las grandes decisiones de nuestra vida se alimentan de la calidez o amargura que logramos percibir en los climas afectivos que nos rodean desde la infancia” (L.C.Restrepo), la afectividad se constituye en la vía regia para la reflexión sobre el maltrato y la intolerancia que impregnan los vínculos en las modernas sociedades.
Los franceses utilizan un dicho para calificar a las personas torpes en sus interacciones sociales. “osos mal lamidos”. Esta expresión integra al unísono el acunaje maternal y corporal con el campo del manejo interpersonal del poder y las exigencias de la vida cotidiana. Revaloriza el contacto corporal, tacto y olfato, como facilitadores de una sintonía afectiva que favorece la construcción de una intersubjetividad saludable.
En nuestra cultura viso auditiva, prevalece el conocimiento de los receptores a distancia (oídos y ojos) a la percepción mediada por el tacto, el gusto o el olfato. Mirar y no tocar equivale a respetar
Sin embargo, el tacto es el mas humano de los sentidos, el único que no esta focalizado ni localizado en un solo órgano y se extiende en todo nuestro cuerpo.
El contacto corporal favorece la maduración biológica. El cerebro es un órgano social necesitado de estímulos ambientales para su desarrollo. Tanto la competencia de las estructuras cognitivas como la diferenciación entre uno mismo y los otros se construye gradualmente bajo el efecto de la dinámica del desarrollo del cerebro y de la armonización afectiva con el entorno.
¡El cerebro necesita un abrazo para su desarrollo!
Frans Velman, creador de la Haptonomia o ciencia de la afectividad asevera: “El derecho incontestable fundamental y primordial del ser humano es el de la confirmación afectiva desde su ser, desde su concepción.” Considera el “contacto psico-táctil confirmante como indispensable para la maduración del sujeto, el despliegue de la inteligencia y por tanto de su buena salud psíquica
“Derecho incontestable fundamental y primordial dice Velman.
No obstante solo los derechos públicos figuran en los códigos y forman parte de las campañas políticas siendo relegados, tal vez por ridículos los derechos de la vida cotidiana a los que pertenecería la ternura, la confirmación afectiva.
La incomparable voz de Alberto Cortez en su tema Miguitas de ternura entona: “si le preguntas que buscas te dirá miguitas de ternura yo necesito si te sobra un poquito dámelo a mi “
Nuestro querido e inolvidable Negro Fontanarrosa expreso en un reportaje “En estos últimos años es muy terapéutico el cariño de la gente”
Sin embargo, la experiencia táctil puede abarcar desde el agarre y la aprehensión hasta el roce y la caricia La mano que agarra o la mano que acaricia son dos facetas extremas de las posibilidades del encuentro humano.
La mano que agarra, que no suelta es símbolo de una forma de poder. El acto decisivo del poder esta en el agarrar Al igual que agarramos a los objetos agarramos a las personas.
Lo opuesto es la caricia. La caricia es una mano que renuncia a la posesión. Para acariciar debemos contar con el otro, con la disposición de su cuerpo, con sus reacciones y sus deseos.
Sartre dice que la caricia no es un simple roce de epidermis es en el mejor de los sentidos creación compartida, producción, hechura Al acariciar al otro hacemos nacer su carne bajo los dedos que se desplazan sobre el cuerpo. La caricia, a diferencia del agarre, es una practica congestiva Acariciar es participar de un encuentro que al final refuerza la emergencia de la singularidad
Mario Benedetti en su “Informe sobre caricias” reafirma el componente del roce y la comunicación. Nos dice: “La caricia es un lenguaje, si tus caricias me hablan no quisiera que se callen” “ la caricia de los sueños que son prodigio y encanto adolece de un defecto, no tiene tacto”
El ejercicio humano es mantener un buen equilibrio entre la caricia y el agarre. Muchas veces hemos ido a que nos acaricien y salimos lastimados. Se dice del amor que duele. En ocasiones, con torpeza afectiva se pretende proteger y se termina violentando. Este es el dilema ético que nos confronta diariamente La caricia es una figura que tiene que ver con el uso del poder. En este sentido, es hablar no solo de espacios íntimos sino también de espacios sociales que van desde la escuela hasta la política.
Se dice del gato que es el animal que simboliza la ternura: busca caricias pero no se deja maltratar La ternura es disposición a la caricia y rechazo visceral a la violencia. Surge como mediación entre el amor y el odio, sentimientos presentes en las relaciones humanas. Cuando nuestra irritación esta a punto de convertirse en violencia la ternura aparece como un conjuro que nos permite convivir con las diferencias.
La violencia hace referencia a la intolerancia a la diferencia y la resistencia a permitir su aparición y crecimiento. El punto nodal de la reflexión sobre la violencia gira alrededor de la singularidad humana
Educar en lo humano es por excelencia, modelar sensibilidades. Esto requiere de tacto, delicadeza, acompañamiento afectivo empático y de fomentar el desarrollo de las diferencias sin aplastar aquello que nos contrasta.