M. queda unos instantes suspendido en el vacío y luego dice, casi como un susurro: “yo mate a un pibe, y esto no lo puedo sacar de aquí (haciendo un gesto donde oprime con su mano el pecho), ahora se pudrió todo, y ya se que me la van a dar. Vaya donde vaya se que me la van a dar…..”
Este dialogo forma parte de una escena, que con ligeras variantes, ha comenzado a poblar consultorios e instituciones que atienden a determinadas personas con trastornos por consumos de sustancias. Forman parte de un trágico panorama que ha comenzado a instalarse en algunos sectores de pibes pertenecientes a barriadas populares.
Alguien dirá que con tan escasa casuística induce a error cualquier generalización. Sin embargo ha sido Enrique Pichón Riviere (maestro de la psiquiatría argentina) quien nos advertirá que a veces un portavoz pertinente puede denunciar tendencias profundas que se incuban en el cuerpo social.
Así es como consideramos a estos pibes que precozmente se están familiarizando con el rostro siniestro de la muerte. Pero no de aquella a la cual aludía en bella metáfora el poeta itálico Cesare Pavese: “vendrá la muerte y tendrá tus ojos”. No, de manera alguna, esta es la fría y salvaje muerte que circula impunemente en nuestras calles, y que en absurdo sino, termina llevándose a chicos que apenas han empezado a gastar su vida.
¿Victimas o victimarios? ¿Qué atroz sinrazón se ha enseñoreado en nuestros barrios, para M. con apenas 16 años, en vez de estar jugando con sus pares, juegue su vida pequeñita en insensatos pistoletazos.
Como a otros tantos adolescentes se le han envejecido las pupilas después de estas atroces experiencias con muertes dolosas. Es así crudamente como lo relatan, matar o morir, y si ellos caen vendrán otros que continuaran con esta perversa espiral, donde a cada instante se juega el todo o nada. ¿Vengar un ataque, lavar una afrenta? Nadie, y mucho menos ellos pueden dar cuenta de las absurdas motivaciones que determinan tal acto.
¿Cuáles pueden ser las consecuencias si continúan proliferando estas cuestiones?. En primer hay que ser conscientes que los primeros afectados por este fenómeno son los propios chicos, cuya existencia se ha precarizado y deben afrontar la experiencia de que inesperadamente se topen con la bala asesina.
Con su vida recién caminada conocen el dolor de haber sido testigo del amigo ajusticiado en una torva callejuela, o ser él mismo victimario. Algo solo concebible en comunidades envueltas en climas bélicos, o en graves conflictos sociales. Vienen entonces a la memoria el Medellín de la década del 90, atrozmente mostrada en “La virgen de los sicarios”, película conmocionante.
Observamos que algunos sectores que pueblan el conurbano, se van deslizando imperceptiblemente, hacia una cotidianeidad atravesada por esta violencia criminal. Si no somos capaces como sociedad poner freno a este proceso, lo que vendrá es altamente preocupante.
Es pertinente interrogarse acerca de las causas que han provocado tamaña distorsión en las subjetividades de los pobladores de nuestras barriadas.
Bien sabemos el rol que la contención del grupo familiar desempeña en la construcción de la subjetividad de sus miembros menores. Repaso y recuerdo que uno de estos pibes nos informaba: “ mi viejo labura en una panificadora, entra a las 2 de la mañana, y a veces trabaja hasta las 16 hs.”. Es común escuchar a peones de taxis relatar que sus turnos son de 12 hs. ¿Acaso no hay ejemplos de colegas médicos que hacen 2 guardias semanales de 24 hs., más 4 o 5 hs. por día en consultorios? Estamos hablando que en Rosario tenemos ramas de producción y servicios donde la gente trabaja entre 10 y 14 hs. por día. Pensar que los mártires de Chicago cayeron hace más de 140 años por luchar por la jornada de 8 hs ¡!!!!.
Que queremos decir: que con ese tiempo dedicado al trabajo es imposible que alguien tenga para conversar con sus hijos. Y esto en el caso de gente ocupada, pues están los otros, los nadie que tienen que deambular las calles para juntar alguna basura que luego intentan convertir en alimento.
Es que todavía pesan en nuestra sociedad las marcas del tsunami “neoliberal” que arraso al mundo, y tuvo particular expresión en nuestro país, desde la década del 70. Que liquido la industria nacional, privatizo ramas importantes de la producción, que congelo salarios y sembró desocupación y miseria. El Estado neoliberal se implanto con la mano de hierro de políticas represivas y carcelarias.
Como no podía ser de otra manera esto impacto fundamentalmente en las familias más pobres, que fueron balcanizadas, dejando en la orfandad a los más pequeños. Miles de pibes que fueron privados de la ternura y el afecto materno, y de la guía protectora de la figura paterna. Son aquellos que deambulan sin nadie que los extrañe y con todo el tiempo del mundo para nada. Son aquellos que para obturar el vacío recurren –vanamente y a un alto costo- a drogas (legales e ilegales)
Consultado un pibe nos decía: “en el barrio si no tenes una arma no sos nadie, a mi ahora me respetan” Es que para muchos de ellos es más fácil hacerse de un arma de fuego, que encontrar un trabajo que lo dignifique y le alumbre a un futuro mejor. Mientras tanto es allí es donde serán reclutados los futuros “soldaditos”, o los pichones de “barrabravas” todo terreno, que sirven para el apriete, o engordar el acto de algún político inescrupuloso, o terciar en los sucios negocios que merodean en torno a algunos estadios de futbol.
Claro que es posible abordar eficazmente este fenómeno. Pero no a la manera que lo conciben algunos, que no encuentran otra solución que aumentar la presión represiva. Imperio de la ley si, pero no con una policía acusada por el titular del Servicio Público de la Defensa de ejercer “tortura sistemática e impune” en comisarías y prisiones de Santa Fé. Por esta causa el Defensor Dr .Ganon ha viajado a Washington para exponer ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos los 328 casos documentados entre 2012 y 2014.
Así, por supuesto, agravamos la situación. Lo adecuado es desplegar Políticas Públicas que potencien las posibilidades para la población de fuentes de trabajo, amparado por la vigencia de las leyes laborales. Que les brinde perspectivas de vivienda digna y de un futuro más humano. En estos contextos fortalecer las instituciones civiles de la comunidad, como clubes barriales, vecinales, entidades comunitarias que brinden contención y tiempo libre creativo para todos. Es necesario también desarrollar el sistema educativo, estimulando la actividad docente y valorizando su desempeño. Poblar de equipos profesionales interdisciplinarios los contextos barriales para avanzar en la producción de una cultura del esfuerzo, de la tolerancia y el respeto a las diferencias, y de la preservación de la salud, tanto la propia como la de su grupo comunitario.
Sabemos que la situación es difícil, pero al amparo de las enseñanzas de los grandes sanitarias argentinos como Salvador Mazza, Enrique Pichón Riviere, Ramón Carrillo y tantos otros, con la participación protagónica de la gente podremos transitar los procesos transformadores para el logro de una sociedad más justa, más equitativa, y en definitiva más humana.