Por Agustín Micheletti
Para empezar, necesitamos comprender que una crisis no necesita ser una gran tragedia. No tiene que ser un terremoto, o un incendio, ni siquiera un despido o ruptura. Cualquier evento puede suponer una crisis, sólo hace falta que nos enfrente a algo para lo que no estemos preparados, una situación para la cual no tengamos las herramientas necesarias.
La crisis, así como su gravedad, son de carácter subjetivo, por lo que la única forma de saber qué tan grave es la crisis es sintiendo cuán mal la está pasando una persona -es decir, a través de la empatía. Por eso, si queremos ayudar, nos toca olvidarnos de frases como “no es tan grave”, “ya va a pasar”, “estás exagerando”, y “sólo quiere llamar la atención”. Estas frases lo único que hacen es invalidar las emociones de la otra persona, y hacerla sentir incomprendida. Y lo último que necesita alguien en crisis, es el sentimiento de soledad y falta de apoyo que eso conlleva.
Habiendo ya definido a la empatía como fundamental, sigue la ardua tarea de la comunicación. Si vemos que alguien que nos importa está pasando un mal momento, por qué no preguntarle? No sólo conseguiremos información, sino también demostrarle que nos importa, que lo registramos, y que es nuestra intención ayudar. Una comunicación asertiva y abierta resulta clave al momento de comprender a alguien en crisis.
Pero acá estamos haciendo trampa: la comprensión empática y una comunicación eficaz son fundamentales en todo vínculo y en todo momento. Qué especifidades tiene la crisis? Si bien cada persona puede vivir el malestar y periodos críticos de formas distintas, hay conductas a tener presentes, como las variaciones en lo activa/motivada que una persona es, cambios acentuados en la forma o frecuencia al socializar, pérdida o intensificación del apetito y/o sueño, cambio en el rendimiento (incluso para mejor!) en la escuela o trabajo, o conductas bizarras.
Por otro lado, es importante entender que estos indicios no ameritan un trabajo detectivesco, sino una atención, un ofrecimiento de ayuda, una escucha, y una mano (tanto profesional como afectuosa).