Por Ps. Eva Petrolo. Master Internacional Forense
En el cuerpo se centran la mayoría de los conflictos del adolescente, las transformaciones morfológicas puberales y la irrupción de la madurez sexual ponen en cuestionamiento la imagen del cuerpo que el niño había podido construir. Schilder propone tres ejes relacionados con el cuerpo:
El esquema corporal, este término de connotación neurofisiológica y neuro-psicológica proviene del registro sensorial.
La imagen del cuerpo, que pertenece a un registro emocional – afectivo como base de la misma.
El cuerpo social, como mediador entre el yo y el mundo es el centro de los cambios relacionales afectivos entre los individuos.
Es difícil trazar una frontera que defina el conjunto de conductas centradas en el cuerpo, una de las características del adolescente es servirse del mismo ya sea como forma de expresión de sus dificultades o como medio de relación.
En cuanto a la actitud frente a la comida D. Marcelli, A. Braconier y J de Ajuriaguerra diferencian entre:
Estamos de cara a un trastorno alimentario cuando la actitud hacia la comida y el peso gobiernan la conducta del adolescente en un intento desviado de responder a conflictos o dificultades de distinto orden acarreando consecuencias fundamentales sobre la estabilidad emocional y cognitiva.
Los atracones, las purgas, las dietas, son métodos que utilizan algunos adolescentes para manejar emociones dolorosas y sentir que controlan sus propias vidas; estas conductas deterioran la salud física, la autoestima y la capacidad de afrontamiento tendiendo a auto perpetuarse. Por otra parte, cuanto más tiempo se mantenga crónico un trastorno alimentario mayor será el desajuste producido tanto en la persona que lo padece como en la cotidianeidad familiar.
Quienes sufren un trastorno alimentario perciben al cuerpo como fuente de angustia, vergüenza y malestar, se van aislando socialmente y se auto-evalúan de acuerdo al éxito que hayan tenido en el control o descontrol del peso y de la comida, aumentando su sensación de fracaso.
Cuando en una familia, uno de sus integrantes padece un trastorno alimentario los miembros de la misma están implicados, aunque no sean los causantes directos nadie en el hogar va a quedar exento de estar afectado de alguna manera.
Ciertas características organizacionales y de funcionamiento familiar suelen contribuir al surgimiento y hasta a perpetuar la patología alimentaria.
La rigidez en las reglas que en un determinado momento fueron útiles en una familia para contribuir al desarrollo de sus integrantes, al no actualizarse terminan inhibiendo su crecimiento, el adolescente sintomático responde a expensas de su salud a la situación planteada como un modo generador de cambios. Si por el contrario las reglas siempre cambian y el funcionamiento es caótico se genera un clima de desorientación, de la misma forma que cuando se alteran las jerarquías y los hijos queda a cargo de las funciones que deben asumir los adultos. Hay familias que suelen ser controladoras y mantienen lazos excesivamente estrechos entre sus miembros, inhibiendo el desarrollo de su autonomía, hay otras que evidencian importantes fallas en el control dando como resultado un funcionamiento desorganizado.
Cuanto más flexible sea una familia para reevaluar sus propias reglas y adaptarse criteriosamente a los cambios evolutivos de sus integrantes, menos dificultades tendrá el adolescente para desarrollar las habilidades necesarias hacia el logro una autonomía saludable acorde a los tiempos.