Por Lic. Manuel del Castillo
En estas últimas semanas se ha instalado en los medios y en la calle el debate en torno al llamado “matrimonio gay”. Afloran en esta discusión argumentos que, aún con su ropaje “a estrenar” de corrección política, permiten entrever con inusual claridad su origen, su materia prima, derivada de antiguas y profundas creencias y lealtades. No descalificaré estas creencias con el término “prejuicio”, ya que no me creo yo a salvo del mismo, sino que propondré una sucinta revisión de las razones esgrimidas contra este proyecto de ley, para que intentemos aclarar el juicio.
Examinemos los argumentos:
Según este argumento los legisladores no deberían perder tiempo en ocuparse de problemas que afectan sólo a una minoría de la población. En mi opinión, esta es una posición que no comprende los fundamentos del sistema democrático moderno. La idea de las democracias modernas no es proteger a las mayorías, las mayorías se protegen sólas, a quienes hay que proteger es precisamente a las minorías, que en una democracia son valoradas como ciudadanos con creencias, costumbres e identidades, distintas a las de la mayoría de la población. Esta idea, la de proteger a las minorías, es resultado de siglos de experiencias de persecuciones de todo tipo. De más está decir que por lo general son las mayorías las que persiguen a las minorías, aunque hay excepciones producto del poder militar, económico, político, etc. La idea de que en una democracia se debe legislar para la mayoría es propia de sistemas fascistas, vigentes hoy en mi opinión en países como Corea del Norte, Cuba, Irán, Venezuela… etc.
Quiero llamar la atención sobre el hecho de que ningún término, concepto ni institución se mantienen inmutables a lo largo de la historia. Cambian. En el derecho romano, si no estoy equivocado, un padre tenía derecho sobre la vida y la muerte de sus hijos. ¿Hay que cambiar el término “padre” y el término “hijo” por el hecho de que esta relación haya cambiado? Si es cierto que el término “matrimonio” significa originalmente “protección de la madre”, ¿debe ser cambiado por el hecho de que en parejas homosexuales pueda ser usado para proteger a un padre, o simplemente un hombre, aunque no sea ni padre ni madre? ¿Tan importante es esta diferencia de términos? En ambos casos se trata de que el estado reconozca un problema y legisle para brindar soluciones razonables; los problemas cambian, las soluciones también.
No pretendo convencer a nadie. Los que crean que las costumbres humanas deben ajustarse a un plan divino no tienen por qué dejar de creerlo, pero una vez más deberán aceptar que el estado no representa sus creencias. Cada uno puede vivir su vida según le parezca, mientras no dañe a otros. Si creen que el matrimonio tiene el fin sagrado de la procreación, está bien. Sin embargo les pido que acepten que mi matrimonio y el de muchos otros no tiene ese fin. Tengo hijos pero podría no tenerlos, ¿hubiera debido disolver mi matrimonio en ese caso? ¿Debo agregar que la sexualidad sólo en contadísimos casos deviene procreación? ¿Hay que cancelar la sexualidad una vez logrado el supuesto fin de la procreación?
En cuanto a la supuesta ley natural, según la cual en ningún animal se dan comportamientos homosexuales, hay que informarse más; simplemente parece no ser así. (ver Wikipedia; “Homosexualidad en animales”)
Se dice que ahora vienen por el matrimonio, mañana por la adopción y después por la fertilización para tener hijos biológicos y quién sabe qué otros derechos después pretenderán tener.
Mi respuesta es: mientras no hagan un daño comprobable, las nuevas costumbres deberán ser contempladas y ordenadas por nuevas leyes, sin agregar más instituciones que las necesarias.
Se dice que padres homosexuales no son un ejemplo adecuado para el desarrollo de los hijos.
En mi experiencia personal esto no es así. Hay buenos y malos padres homosexuales y también hay buenos y malos padres heterosexuales. Respecto a las investigaciones, hasta el momento hay amplio consenso en que “los menores criados por progenitores del mismo sexo se desenvuelven igual de bien que los criados por progenitores de distinto sexo” (Ver Wikipedia “Adopción homoparental”)
Mi conclusión: Bienvenido el debate por el proyecto de ley de matrimonio gay. Creo que es hora de reconocer costumbres profundamente instaladas en nuestra sociedad que no hacen ningún daño a nadie. Existe una institución que ordena los derechos y deberes de una pareja conviviente más allá que decida o no tener hijos; es el matrimonio civil. No hay que agregar mucho más: bienvenidos homosexuales al matrimonio; ahora ¡¡AGUANTENSELAS!!