Terapia de la valoración
Comenzando este nuevo año, me parece atinado realizar unas breves consideraciones para tener en cuenta en el transcurso del mismo.
La propuesta es dedicar un momento de reflexión que conduzca a analizar introspectivamente cómo nos comportamos.
Considerando que vivimos en un momento socio- histórico que cada vez exige más rendimiento de las personas; realizar más actividades, ser más eficientes, tener más dinero, sacar mejores notas, ir más rápido; es probable que se vivencie cierta sobre- exigencia hacia sí mismo y, correlativamente y sin quizás desearlo, hacia los seres cercanos. En esa vorágine cotidiana, también es factible que se olviden ciertos “detalles” que hacen a un buen trato y una convivencia armoniosa.
Me parece interesante proponer una labor sencilla que debe practicarse a diario para obtener buenos resultados: esta tarea es una “Terapia de la valoración”. Esto consiste en prestar una sincera y profunda atención a las personas que están cerca; compañeros de trabajo, de estudio, pareja, hijos, padres, familiares, amigos, profesores, jefes, etc. y revalorizar sus actividades cotidianas. Esta acción se fundamenta en relacionarse positivamente con el otro; saludar con entusiasmo al encontrarse, elogiar una labor realizada, una tarea cumplida, un peinado distinto, un atuendo nuevo. Puede considerarse una actividad terapéutica por los efectos positivos que produce. Según Sigmund Freud, “…La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas”…
Resulta beneficioso intentar suprimir dos acciones del pensamiento que se trasladan a nuestro discurso; criticar y quejarse, ya que nos hacen ver la realidad de un modo bastante negativo y a la vez demandar algo que no está. En lugar de señalar los errores del otro, corresponde resaltar las cosas que éste puede hacer bien. Lo mismo concierne aplicar a la propia persona; aceptarse globalmente como cada uno es con sus defectos y virtudes, tener una imagen valiosa de sí mismo, admitir y aprender de los errores, sentirse potente y eficaz para proponerse objetivos viables y conseguirlos.
Si se logra realizar esta tarea, se comprobará el bienestar que se siente al valorizar al otro, y lo bien que el otro se siente al ser valorizado, tenido en cuenta. A la vez que valorizamos al otro aprendemos a valorizarnos a nosotros mismos, a tenernos en cuenta, a felicitarnos, a no sobre – exigirnos.
El propósito es generar un círculo virtuoso que se propague y permita acrecentar la propia autoestima y vincularse saludablemente con los demás.