Terribles simplificaciones
Ps. Lucas Machado Krauss
En la prevención y tratamiento de los problemas de comunicación en las parejas, nos encontramos cada vez más frecuentemente que ya no se trata sólo de recapacitar y reconstruir una relación de pareja preexistente y que alguna vez funcionó satisfactoriamente. Más bien nos encontramos con el problema de construir una pareja inexistente como tal, ya que se trata de asociaciones muy tenues y frágiles formadas por dos individualidades que exigen que el otro cambie o que sea “igual a mí.”
Cada uno de ellos trae a la convivencia creencias, pautas de vida y una cultura familiar que impregnan el vínculo. Desde estos paradigmas es que se hacen una idea de cómo desean que sea su pareja. Así construyen una imagen equivocada del otro, pretendiendo que sea tal cual ellos quieren, por lo general, que funcione como un acompañante terapéutico, antidepresivo, ansiolítico, reparador de algún vínculo parental, estabilizador anímico, salvador, sostén o responsable de mi felicidad y autoestima.
Nadie viene a este mundo para hacer felices a los demás. Es una perspectiva congelada de la pareja que empujan constantemente a elegir irracionalmente un destino y a tomar al otro imaginario como medio para un fin o culpable por lo que no me da. Estos presupuestos serían un abuso de “terribles simplificaciones” (Watzlawick, 1990) adoptadas inconscientemente a nivel social para moverse más fácilmente y menos arriesgadamente en el mundo que amenaza la eterna construcción imperfecta de la pareja.
Durante los primeros tiempos, dice el Dr. Jorge Moreno, la pareja define la manera en que van a vivir el uno con el otro, pero la mayor parte de ese contrato es implícito y eso genera problemas. La solución es intentar hacerlo explícito, para tejer una red de acuerdos y posibilidades en la que uno conozca lo que pretende del otro, en vez de tener que suponerlo.
”El matrimonio fue instituido para disciplinar a sociedades desprolijas, para que un orden social obligue al cuidado de los hijos, a la transferencia de herencias y otros ítems. Entró en crisis cuando las personas se hicieron más autónomas y empezaron a elegir a su pareja más allá de los mandatos familiares, cuando se escogieron por amor” Sergio Sinay
Amar no significa relacionarse. Una cosa es el afecto, y otra cosa es vincularse en un orden que no se deduce del amor. Las relaciones hay que pactarlas y negociarlas. Las personas que interactúan entre sí “negocian” continuamente entre las necesidades de ser amado y de amar, pero sin perderse en el otro, borrando la propia individualidad.
Las intervenciones terapéuticas buscan entonces, transformar los presupuestos infalibles, en supuestos cuestionables, para estipulaciones factibles. Esta desnaturalización o relativización de las “terribles simplificaciones” recuerdan que existe otro tipo de orden contractual más pertinente y saludable que se debe tener en cuenta dentro del desorden amoroso. Es decir, un aprendizaje del contexto de un modelo propio cooperativo de pareja basado en un altruismo recíproco que, en vez de anular las individualidades, las enriquezca y las complejice, haciéndolas más abiertas y permeables a deseos consensuados compartidos. Que agregue valor cocreativamente en vez de extraer valor competitivamente.
-En este contexto, el “conócete a ti mismo” implica necesariamente el “Conoce tus presupuestos, de otra manera quedarás atrapado por ellos sin saberlo…” Ernesto Liendo